“La arquitectura moderna no es un estilo, sino una forma de vida”.
Marcel Breuer.

martes, 11 de noviembre de 2025

El universo Waracuy

Muy agradecido y feliz de compartir esta publicación realizada por VEREDES 



Fernando Freire Forga · El universo Waracuy

En el panorama contemporáneo de la arquitectura y el pensamiento, pocas figuras logran fusionar la rigurosidad técnica con una profunda exploración humanística. Fernando Freire Forga, arquitecto de formación y pensador por vocación, encarna esta dualidad, enriqueciendo el debate sobre cómo habitamos el mundo. Conocido también por su pseudónimo literario Waracuy, Fernando Freire Forga nos invita a un viaje intelectual que abarca desde la materialidad de la construcción hasta las dimensiones más etéreas de la memoria, la ética y el porvenir humano.

Nacido en Lima, Perú, el 21 de marzo de 1977, Fernando Freire Forga cimentó su formación académica en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), donde cursó estudios de Arquitectura entre 1994 y 2000. Su talento fue reconocido tempranamente al obtener el Primer Premio del Concurso PROCOBRE–PERÚ en 1999, gracias a su tesis innovadora “Edificio Automatizado de Oficinas: Usos del Cobre en la Arquitectura”.

Posteriormente, amplió su visión con estudios de Doctorado en Arquitectura Moderna en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña (España).

Esta sólida trayectoria académica y profesional se complementa con su labor como docente investigador en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y la Universidad Privada del Norte (UPN), así como con su ejercicio como arquitecto independiente, consolidándolo como una de las voces más representativas de la arquitectura peruana contemporánea.

Sin embargo, la trayectoria de Fernando Freire Forga trasciende los planos y las estructuras. Bajo el enigmático nombre de Waracuy, se revela como un escritor y pensador cuya obra literaria explora los límites entre lo real y lo mítico, la sabiduría ancestral y el análisis crítico de la modernidad. Sus escritos, caracterizados por un estilo poético y profundo, abordan temas como el alma humana, el impacto de la inteligencia artificial y la urgente necesidad de reconstruir la civilización desde la integridad.

Waracuy no solo busca respuestas, sino que propone un nuevo sentido y una nueva posibilidad para habitar el mundo, conectando con lectores en múltiples idiomas que anhelan una comprensión más profunda de su existencia.

La entrevista que presentamos a continuación es una oportunidad única para adentrarnos en la mente de este arquitecto-pensador. Exploraremos cómo Fernando Freire Forga y Waracuy coexisten y se retroalimentan, cómo su formación arquitectónica influye en su visión literaria y filosófica, y cuáles son los desafíos y las oportunidades que identifica en la intersección de la arquitectura, la tecnología y la espiritualidad. Prepárense para un diálogo revelador con una de las mentes más originales de nuestro tiempo, un verdadero puente entre la tradición y la conciencia contemporánea.

Fernando Freire Forga, arquitecto
¿Cómo se definiría Fernando Freire Forga?

Soy un arquitecto que ha aprendido a mirar más allá de la forma.

La arquitectura me dio método, pero la vida me dio contenido. He dedicado años a estudiar el espacio y su relación con el ser humano, y en ese proceso descubrí que lo verdaderamente importante no está en lo que se construye, sino en lo que se siente. Me definiría como un observador constante del alma humana y de su modo de habitar el mundo.

¿Cómo, cuándo y por qué acaba Fernando Freire Forga desdoblándose como Waracuy?

Waracuy nació en silencio, sin plan previo. Durante años acumulé reflexiones, experiencias, memorias, y un día comprendí que necesitaban una voz propia. No fue un desdoblamiento, sino una expansión: Waracuy es la parte de mí que escribe lo que la arquitectura no puede decir con planos.

Representa una mirada más libre, más poética y más humana hacia el tiempo que vivimos.

¿Te encontraste con muchas dificultades para iniciarte? ¿Cuál fue (o es o será) el momento más crítico como Waracuy?

Las dificultades siempre han estado ahí, pero nunca como obstáculos, sino como parte del camino. Quizás el momento más crítico fue el inicio mismo: aceptar que podía construir sin ladrillos, que podía edificar desde la palabra.

Abrir un nuevo lenguaje exige desapego, y Waracuy implicó eso: despojarme del título, del método, del peso de lo aprendido, y volver a empezar desde la intuición.

¿Has tenido que complementar tu formación y trayectoria profesional para crear Waracuy? ¿Consideras que estudiar arquitectura ha sido importante para desarrollar tu trabajo actual?

He complementado mi formación con estudios en filosofía, antropología, arqueología y espiritualidad, porque necesitaba entender al ser humano más allá de la técnica y la forma. La arquitectura me enseñó a pensar con estructura y claridad; esas otras disciplinas me dieron el contenido y la profundidad.

Mi vínculo con la arquitectura moderna sigue siendo esencial, pero Waracuy nace de un espacio más amplio: de la observación de lo humano y de la necesidad de explorar su dimensión interior. Waracuy representa esa combinación que une pensamiento, emoción y sentido, y que procura fomentar un camino saludable frente a los cambios inminentes que ya nos anuncian los tiempos por venir.

En la práctica, esa visión también se traduce en la arquitectura: en materiales honestos, procesos transparentes y proyectos que priorizan al ser humano sobre la forma.


Local Comercial TUK, Campiña de Moche, Trujillo – Perú. Diseño y construcción 2017 – 2018. Arquitecto Fernando Freire Forga. Actualmente forma parte del recorrido de arquitectura moderna en la costa norte del país.
¿Cómo ha evolucionado Waracuy desde sus inicios? ¿Cómo es el día a día de Fernando Freire Forga como Waracuy?

Waracuy comenzó como una catarsis y se ha convertido en un universo literario.

Al principio fue una manera de ordenar pensamientos; hoy es un espacio de diálogo con miles de lectores. Mi día a día es una mezcla entre la disciplina del arquitecto y la libertad del escritor: estructurar ideas, observar el mundo, traducir la experiencia en palabra. No hay rutina fija, pero sí una constante: la búsqueda de sentido.

¿Cómo coordinas las distintas facetas de arquitecto, escritor y pensador peruano?

Con naturalidad. No son facetas separadas, sino manifestaciones de una misma mirada. La arquitectura me da estructura, la escritura me da voz, y el pensamiento me da rumbo. Todo lo que hago, en el fondo, pertenece al mismo impulso: comprender cómo habitamos —el espacio, el tiempo, la existencia— y cómo podemos hacerlo con más conciencia.

¿Qué tipo de proyectos o actividades desarrollas como Waracuy?

Waracuy funciona como un laboratorio de pensamiento y creación.

Desde allí desarrollo proyectos que combinan reflexión, arte, palabra y observación social, siempre con la intención de generar conciencia sobre el tiempo que nos toca vivir. No se trata solo de escribir libros, sino de abrir espacios de diálogo, de transmitir experiencias, de transformar lo cotidiano en símbolo.

Hay una línea curatorial que atraviesa todo: rescatar la sensibilidad humana en un mundo saturado de información. Por eso, Waracuy se manifiesta en diversas formas —editoriales, visuales, culturales—, todas unidas por una misma raíz: inspirar una manera más consciente, ética y poética de estar en el mundo.

¿Qué referencias manejas a la hora de marcar el rumbo de Waracuy?

Las referencias de Waracuy no provienen de un solo campo, sino de la vida misma. Encuentro inspiración en la filosofía, en la arquitectura moderna, en las tradiciones andinas, en la arqueología y en la espiritualidad de los pueblos que aún conservan una relación sagrada con la tierra. Pero también en la ciencia, en la historia del pensamiento occidental y en todo aquello que refleje la necesidad de equilibrio entre progreso y conciencia.

Más que seguir teorías, me interesa escuchar las señales del tiempo: lo que la humanidad dice —o calla— a través de sus crisis y sus silencios.

Waracuy se guía por esa brújula interior que mezcla observación, memoria y sentido común, buscando siempre un punto medio entre la reflexión intelectual y la sabiduría ancestral.

Actualmente mi lugar de trabajo es virtual, desde casa con mi ordenador o desde cualquier lado con mi teléfono, me encuentro desarrollando proyectos y nuevos emprendimientos.


Fernando Freire Forga · El Universo WARACUY
¿A qué segmento de público te diriges como Waracuy?

Waracuy no apunta a un público masivo, sino a un lector despierto, curioso, que busca ir más allá de la inmediatez. Está dirigido a quienes sienten que algo esencial se está perdiendo en medio del ruido y buscan reencontrar un equilibrio entre razón, emoción y propósito. Podría decirse que es un espacio para quienes aún creen que la palabra puede sanar y que la belleza sigue siendo una forma de resistencia.

El público de Waracuy no se define por edad ni profesión, sino por sensibilidad: son personas que observan, que cuestionan, que sienten. Más que lectores, los veo como compañeros de viaje, caminando en la misma dirección: hacia una forma más consciente de habitar el mundo.

¿Cómo es el proceso de creación como Waracuy?

El proceso creativo de Waracuy parte siempre de una intuición, de una sensación que me acompaña durante días antes de tomar forma en palabras.

A veces nace de una emoción, otras de una observación o una pregunta que no me deja en paz. No escribo desde la prisa; escribo cuando algo dentro de mí necesita ordenarse y hacerse visible.

Luego llega la estructura. Ahí entra el arquitecto: el que organiza, depura y da ritmo a la materia emocional. Trabajo los textos como si fueran espacios: con proporción, luz y silencio. Más que un método, Waracuy es un estado de conciencia: escuchar, dejar que la vida hable primero y luego traducir eso en forma.

¿Estableces sinergias con otros campos?

Sí, siempre. Nada de lo que hago nace en un solo territorio. Waracuy se nutre de los cruces: de la arquitectura con la palabra, del arte con la reflexión, de lo íntimo con lo universal. Creo en las convergencias más que en las especializaciones; en el diálogo silencioso entre disciplinas que se observan y se transforman mutuamente.

La colaboración con JOSÉ LUIS COLMENARES es parte esencial de ese encuentro.

Juntos exploramos la obra de Frank Lloyd Wright en la serie El Epítome Americano, donde la forma y el espíritu se entrelazan como materia viva.

Más allá de lo académico, busco sinergias con quienes sienten que el conocimiento no debe dividir, sino unir. Ese punto de equilibrio, entre pensamiento y afecto, es el que da sentido a todo lo que hago.

¿Cómo y para qué utilizas las nuevas tecnologías? ¿La red ha facilitado tu labor?

Las nuevas tecnologías han ampliado mi horizonte de creación. No las veo como una amenaza, sino como una extensión del pensamiento, una herramienta que permite ordenar ideas y conectar mundos. La red, usada con propósito, es un territorio fértil para compartir conocimiento y despertar conciencia.

En mi caso, la tecnología ha sido el puente que transformó años de reflexión en obra. Me ha ofrecido agilidad, pero sobre todo presencia: la posibilidad de llegar a quien, en otro contexto, jamás habría leído una de mis páginas.

El reto está en mantener la humanidad en medio de la velocidad.

Usar la herramienta sin ser usado por ella.


Obras y proyectos de Fernando Freire Forga
¿Compaginas o complementas esta actividad con otras labores o en otros campos?

Sí, y creo que ahí está el equilibrio. Sigo vinculado a la arquitectura como investigador, docente y proyectista. Ese contacto con la realidad material me mantiene en tierra, me recuerda que las ideas también deben sostenerse.

Al mismo tiempo, desarrollo proyectos editoriales y artísticos dentro del universo Waracuy, donde la reflexión adquiere una dimensión más amplia.

Esa línea literaria ha crecido más de lo que imaginé: hoy los libros de Waracuy se han traducido a cinco idiomas y comienzan a encontrar lectores en distintos continentes. No lo vivo como un logro comercial, sino como una confirmación de que los temas que abordo —la búsqueda de sentido, la conexión con lo esencial, la transformación interior— son universales.

Ambas labores se alimentan: la arquitectura me enseña estructura y paciencia; la escritura me devuelve emoción y propósito. Compaginar no es dividir el tiempo, sino integrar lo que uno es. Y en mi caso, todo forma parte del mismo camino.

La arquitectura tiene abiertos muchos frentes de batalla. ¿No serán demasiados para la polarización existente dentro de la misma?

Los frentes no son demasiados: lo que es excesivo es el ego que los sostiene. Vivimos una época donde lo esencial de la humanidad ha sido desplazado por la espectacularidad del yo, y la arquitectura no ha escapado a esa distorsión. Nos hemos preocupado más por el gesto que por el sentido.

En La Última Arquitectura reflexiono precisamente sobre ese vacío. El problema no es técnico ni económico: es existencial. La arquitectura ha perdido parte de su vocación humana porque olvidó que su tarea no es impresionar, sino dar cobijo al alma del tiempo.

¿Cómo ves el futuro de la arquitectura? ¿Y el de la profesión?

Estamos viviendo un cambio tan profundo como el paso del nomadismo al sedentarismo. Solo que ahora ocurre en una sola generación. La irrupción de la inteligencia artificial, los nuevos materiales y la automatización transformarán todo, pero el verdadero desafío será humano: cómo sostener el sentido en medio de la inmediatez.

La arquitectura del futuro no será la de los grandes gestos, sino la de los pequeños actos bien pensados. Espacios honestos, adaptables, con alma.

Si logramos volver a lo esencial, la profesión no desaparecerá: renacerá con propósito.


Libros y publicaciones de Fernando Freire Forga
¿Qué mejoras crees que son fundamentales y que deberían aplicarse de inmediato?

Primero, replantear la enseñanza. Formamos arquitectos para un mundo que ya no existe. Las escuelas deben enseñar a comprender el contexto, el territorio, el tiempo y la vida que lo habita.

Segundo, recuperar la dignidad del oficio. El arquitecto debe volver a sentirse responsable de la sociedad que construye. Y por último, reconciliar la arquitectura con la existencia: la técnica no salvará al ser humano si este olvida por qué construye.

Como emprendedor, ¿qué opinas de los arquitectos que abren nuevos campos y enfoques de la profesión?

Lo considero no solo legítimo, sino necesario. Cuando un arquitecto se abre a otros campos —la escritura, la docencia, la filosofía o el arte—, no se aleja del oficio: lo amplía. En mi caso, tanto Waracuy como El Epítome Americano nacieron así: de una búsqueda más que de un plan.

Hay dos maneras de emprender: una forzando la idea, otra armándola en el camino. Ambas pueden llegar al mismo destino, pero la experiencia es distinta: una se impulsa desde el control, la otra desde la armonía. Es como surfear una ola o atravesarla en una moto acuática: el punto final puede ser el mismo, pero la esencia del viaje lo cambia todo.

Yo prefiero escuchar la ola. Porque en esa entrega nacen las obras que de verdad permanecen.

¿Estás contento con la trayectoria realizada hasta ahora? ¿Qué proyectos de futuro te esperan?

Más que contento, agradecido. He aprendido que la trayectoria no se mide por la cantidad de obras, sino por la coherencia entre lo que uno piensa, hace y siente. Hoy vivo un momento de plenitud creativa: Waracuy sigue expandiéndose con nuevos libros y proyectos culturales, mientras que El Epítome Americano continúa explorando el legado de Frank Lloyd Wright.

Ambos universos se complementan: uno aborda la materia, el otro el espíritu.

Y en el plano personal, mi mayor proyecto es seguir disfrutando el proceso.

La vida no se trata de alcanzar metas, sino de sostener el equilibrio mientras se avanza.

Para acabar, ¿qué le aconsejarías a los actuales estudiantes y futuros profesionales de arquitectura?

Les diría que no se apuren. El mundo ya produce demasiado; lo que necesita ahora es profundidad. La arquitectura no se aprende solo con planos ni software: se aprende mirando, caminando, escuchando, viviendo.

Que no teman a la lentitud: en los procesos largos se forma el criterio.

Y que recuerden siempre: diseñar no es imponer una forma, sino descubrir una verdad. La arquitectura del futuro necesitará menos egos y más conciencia, menos ruido y más silencio.

Ahí comienza la verdadera arquitectura.


Fernando Freire Forga · El universo Waracuy

Entrevista realizada por Ana Barreiro Blanco y Alberto Alonso Oro. Agradecer a Sergio su tiempo y predisposición con este pequeño espacio.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

El nuevo aeropuerto Jorge Chávez: una oportunidad perdida

 

Camino a las Salas VIP, se observa el desperdicio de espacio que evidencia que el encargo de diseño se les escapó de las manos.

Desperdicio espacial

Por fin pude conocer el nuevo aeropuerto Jorge Chávez y recorrerlo en gran parte, con la intención de comprobar si todo lo que se decía de él era cierto. El resultado de esa experiencia confirma que muchas de las críticas no solo son válidas, sino que incluso se quedan cortas frente a lo que realmente se vive al transitar por sus espacios.

El aeropuerto es, quizá, la carta de presentación más importante de un país. El nuevo Jorge Chávez, con dimensiones “elefantiásicas”, se anunciaba como la gran oportunidad de colocar al Perú en el mapa de la infraestructura competitiva a nivel internacional. Sin embargo, la experiencia del usuario revela un conjunto de decisiones de diseño que, lejos de potenciar sus virtudes, terminan por exponer sus carencias.

Un recorrido absurdo

Para ir del "Espigón" A al B, el pasajero debe atravesar el C. Una lógica de circulación que en cualquier Taller de Diseño universitario sería desaprobada de inmediato. Peor aún, en la zona internacional, se obliga a subir escaleras para acceder al Terminal C y luego descender para ingresar a cada sala de embarque. Una contradicción elemental: la arquitectura debería facilitar la movilidad, no entorpecerla.

Gastronomía y servicio desvirtuados

La fuerza de la gastronomía peruana y la calidez de su atención se ven reducidas a un esquema de “to go”. Ya no hay mesas disponibles con servicio clásico: primero se ordena y se paga en pantalla, para luego buscar un lugar libre —que muchas veces ya no existe— y llevar el pedido como si se tratara de un patio de comida exprés. Se diluye así una de nuestras fortalezas culturales más reconocidas: la hospitalidad.

Tecnología mal resuelta

En plena era digital, los tomacorrientes disponibles no son de formato comercial. La solución propuesta: vender adaptadores en las tiendas. ¿Qué les costaba colocar simples puertos USB?

Pero lo más deprimente es la ubicación de las pantallas con la información de salidas y llegadas: justo frente a la entrada de los baños. Así, mientras los pasajeros verifican el estado de su vuelo, se ven obligados a presenciar la salida de otros usuarios desde los cubículos de inodoros. Lo peor es que ni siquiera se diseñó un ingreso que evite registrar visualmente esa situación. Un espectáculo penoso, indigno de un aeropuerto internacional, que denota una alarmante falta de criterio arquitectónico y de respeto al usuario.

Confiamos en que se resuelva y sea un planteamiento "provisional".

Concepto confundido

El diseño pretende evocar la idea de “feria” o “mercado”, pero la conceptualización termina contradiciendo funciones básicas. Lo que pudo ser un recurso identitario se convierte en una caricatura espacial. La flexibilidad que prometía la escala monumental del proyecto se desaprovecha en alturas inútiles y torres de ventilación que, en lugar de liberar, reducen las salas de embarque.

Una oportunidad desaprovechada

Sí, el aeropuerto funciona. Pero la gran pregunta es: ¿funciona como debía? La arquitectura no es solo resolver flujos, sino proyectar la imagen de un país. Y aquí, lo que pudo ser un proyecto competitivo frente a otros aeropuertos internacionales terminó convertido en una oportunidad perdida.

En un país que tanto necesita referentes de modernidad y eficiencia, reconocer esta derrota arquitectónica es tan doloroso como inevitable.


P.D. A esto se suma un detalle que resulta francamente ridículo: la ausencia de un control real del flujo de personas. Las cintas que conforman las colas son absurdamente extensas, incluso cuando el tránsito de pasajeros es reducido. El resultado es que los viajeros terminan caminando diez o veinte veces más de lo necesario para llegar a los controles de rayos X u otros puntos de revisión. Con tanto personal en el aeropuerto, cuesta entender cómo nadie revisa ni corrige un hecho tan elemental.

lunes, 28 de julio de 2025

Reseña de La Última Arquitectura por José Luis Colmenares

Un honor recibir estas palabras de mi amigo y colega José Luis Colmenares sobre mi libro La Última Arquitectura.

Gracias, José Luis, por tu mirada lúcida y generosa. 



Un honor compartir la generosa reseña que mi amigo y colega José Luis Colmenares ha escrito sobre mi libro La Última Arquitectura.
Su mirada lúcida y valiente aborda el debate sobre el futuro de la arquitectura frente a los desafíos de la tecnología y la Inteligencia Artificial.

A continuación, su comentario completo:


COMENTARIOS EN TORNO AL LIBRO “LA ÚLTIMA ARQUITECTURA” DE FERNANDO FREIRE FORGA

Por José Luis Colmenares

Esta brillante, audaz y harto temeraria reflexión del arquitecto, docente e investigador Fernando Freire Forga aborda un complejo tema, aún en una cierta oscuridad e incertidumbre, como lo es el futuro de la Arquitectura ante lo que él califica como el "rugido de la tecnología encabezado por la Inteligencia Artificial".

El autor esgrime astutamente que la arquitectura moderna -quizás el "movimiento" en cuestión-, dada su convincente atemporalidad y aleccionadora fundamentación, a partir del pensamiento y la obra de Le Corbusier, Mies, Gropius y Frank Lloyd Wright, puede ser el último frente que rete o contenga el cataclismo que se nos avecina.

En el proceso de su disertación, Fernando -sin que casi nos demos cuenta- nos conduce a presumir que al desarrollo actual de los modos y métodos de proyectación arquitectónica, incluyendo la Inteligencia Artificial como herramienta que permite explorar u optimizar impensables para el arquitecto, ha de considerarse como producto de los precedente esgrimidos, asumidos como vitales nutrientes de la IA.

Ante el escalofriante mensaje, descarnadamente transmitido, felizmente se nos reconforta reconociendo -a lo mejor temporalmente- la carencia de alma, emoción, arraigo cultural y muy probable deshumanización de la IA, ante el profundo y esencial sentido de la Arquitectura, así como del Urbanismo, nos permita dominarla, moderarla o restañarla.

Es este un libro que no solo nos documenta -me cuento entre aquellos que urge ser informado- si no que representa una llamada de alerta ante los eminentes e ineludibles cambios que se nos avecinan -o ya llegaron- y sus muy probables consecuencias adversas en el oficio. El futuro quizás no esté tan silente.

#LaÚltimaArquitectura #FernandoFreireForga #ArquitecturaModerna #InteligenciaArtificial #Urbanismo #LeCorbusier #MiesVanDerRohe #FrankLloydWright

viernes, 6 de junio de 2025

Apreciaciones con inteligencia artificial en relación al nuevo Aeropuerto Internacional "Jorge Chávez"


Algunas líneas antes del artículo

No he visitado aún la obra culminada del nuevo aeropuerto Jorge Chávez, pero la intensidad de las opiniones en redes sociales me impulsó a profundizar en el tema. Revisé cuanto material encontré publicado y, como ejercicio, pedí a una inteligencia artificial que organizara esa información y ofreciera un análisis. El resultado es este artículo: una lectura crítica, sin pretensión de verdad absoluta, pero con el ánimo de provocar reflexión.




Aeropuertos como espejos

Las grandes obras públicas siempre revelan más de lo que aparentan. Son espejos del momento histórico, moral y político de una nación. El nuevo Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, inaugurado entre discursos de progreso y cifras millonarias, es un buen ejemplo de ello. No solo por lo que muestra, sino por lo que omite.

El discurso oficial lo celebra como un hito de modernización: más de 2,400 millones de dólares invertidos, una proyección de 38 millones de pasajeros para 2030, conectividad global, tecnología de punta. Todo enmarcado en un diseño que, se dice, toma inspiración de la cultura Nazca.

Pero ese relato convive con otro, menos optimista: el de quienes ven en esta obra una oportunidad perdida. Un proyecto que no emociona ni representa, que carece de carácter, que se ejecuta con una indiferencia alarmante por el valor simbólico de lo público. En esa otra lectura, el aeropuerto no es una muestra de progreso, sino la consolidación de una mediocridad sistémica.

Más que un edificio: un síntoma

La comparación con el aeropuerto de 1965 es inevitable. Aquella obra, construida con dignidad y sentido de época, integraba arquitectura, ciudad y ciudadanía. Tenía presencia, jerarquía y visión. El nuevo edificio, en cambio, se percibe como uno más. Funcional, quizás. Suficiente, tal vez. Pero sin alma.

Y no es solo una cuestión estética. Es un problema de fondo. Porque detrás de cada decisión técnica hay una lógica política, una ética de gestión. Y cuando el resultado es mediocre desde el arranque, lo que se revela es una cultura institucional acostumbrada a la precariedad. Donde ya no se busca hacer bien las cosas, sino simplemente hacerlas. Inaugurar, cortar la cinta, pasar la página.

Un país atrapado en el reparto

Hay quienes manejan las decisiones. Otros, las rondan, esperando su turno. Y una mayoría observa desde lejos, resignada a que algún día “gotee algo”, como suele decirse. Así, el deterioro se normaliza. La falta de rigor se disfraza de eficiencia. Y la crítica se convierte en molestia.

“No critiques, mejor suma”, se repite en muchos espacios. Pero sumar sin cuestionar no es construir: es dejar que todo siga igual. Es legitimar lo insostenible.

¿Qué estamos celebrando, en realidad?

¿Celebramos que funcione, aunque no inspire? ¿Que sea nuevo, aunque no represente nada? ¿Que mueva millones, aunque esté desconectado del país real?

Preguntas como estas no buscan destruir. Buscan recordar que el desarrollo verdadero no se mide solo en metros cuadrados o pasajeros por año. También se mide en visión, en memoria, en respeto por lo colectivo.


Reflexión final

El Perú necesita infraestructura, sí. Pero más aún, necesita recuperar el sentido de lo público como un acto de responsabilidad y de futuro. Necesita obras que resistan el tiempo, no solo por su materialidad, sino por su significado.

Porque mientras sigamos construyendo sin visión, seguiremos edificando símbolos del fracaso. Y lo que este país necesita con urgencia —más que aeropuertos, puentes o edificios— son símbolos de dignidad.

– Anónimo
(pero no indiferente, ChatGPT)














martes, 27 de mayo de 2025

Casas modernas en el Perú

Selección por ciudades: "mis favoritas".
Por Fernando Freire, arquitecto.



Luego de varios años de estudio relacionado al rubro de vivienda unifamiliar quiero compartir una serie de viviendas que desde mi enfoque destacan sobre la producción general de viviendas modernas en el Perú. De esta manera invito a nuestros lectores a compartir aquellas viviendas que consideren "sus favoritas" y contribuir al crecimiento del acervo moderno de obras y proyectos recopilados.


Para esta selección se han considerado viviendas en las ciudades de Lima - Trujillo - Arequipa - Chiclayo y Piura. 


LIMA.- Es sin lugar la ciudad con mayor proyección y construcción moderna a nivel nacional. En cuanto al rubro de viviendas unifamiliares se ha registrado una numerosa producción. No obstante, debido al crecimiento de la ciudad, estas viviendas son demolidas para dar paso a edificio multifamiliares que responden directamente a la demanda existente sin responder a las necesidades urgentes en cuanto a temas urbanísticos.

De las viviendas registradas, mis favoritas son:



George Rudlf, arquitecto.
Miraflores, 1962.

Con una sobria fachada hacia la Av. Vasco Nuñez de Balboa, esta vivienda se distribuye alrededor de un patio central que da la vida y las principales visuales a la vivienda. La distribución mediante el patio permite separar el taller de la vivienda sin perder una relación fluida y cercana con cada espacio que conforma este proyecto.



Casa Ausejo
Carlos Ausejo, Arquitecto.
San Isidro, 1965.

Resulta muy interesante la propuesta de distribución espacial y la volumetría propuesta. Sin conocer la trayectoria de la obra del arquitecto Ausejo, esta vivienda que proyectó para el y su familia merece una destacada profundización de análisis y puesta en valor. 



Julio Larrañaga, arquitecto.
Miraflores, 1961.


Pasa desapercibida, por las rejas perimetrales, en una de las calles del Parque Mariscal Castilla en Miraflores. 

Aunque se encontraba en estado de abandono, se logró rescatar un completo levantamiento fotográfico y planimétrico.

Es una de las primeras obras del arquitecto Larrañaga, realizada para servirle como publicidad y promoción de su trabajo, permitiéndole proyectar varias viviendas similares en el distrito y alrededores.

Casa Cockburn
Alfredo Baertl y Juan Velazco, aquitectos.
Surquillo, 1969.


Perspectiva realizada por Eloy Vera.
Esta vivienda corresponde a un claro ejemplo de la vorágine ocasionada por el crecimiento inmobiliario en nuestras ciudades. Hasta el año 2009 esta vivienda se encontraba en la Av. Sergio Bernales en surquillo, actualmente hay un edificio multifamiliar.

La distribución en desniveles es muy completa e interesante. El planteamiento de dos escaleras, una principal y otra de servicio resuelve adecuadamente las funciones de la vivienda. Particularmente es muy interesante el paso propuesto desde el estacionamiento hacia el patio jardín interior.


Casa en San Isidro 1

Walter Weberhofer, arquitecto.
San Isidro, 1965.




En una de las tantas salidas de campo encontre esta casa en esquina, la rampa y enchape llamaron mi atención y me acerque a disfrutarla. Luego de pasar varias veces un buen día toque la puerta y gentilmente me atendió un señor, el cual no me invitó a pasar pero me mostró lo planos que tenía a la mano e indicaba que dicha vivienda fue proyectada por Walter Weberhofer en 1965. Rápidamente le dí "una ojeada" y no era para menos: la distribución interior era a través de un patio principal que se podía distinguir cuando abrieron la puerta. Los espacios daban a este patio que solo estaba separado por mamparas de vidrio. No estoy muy seguro, pero me parece que los dormitorios se encuentran al lado izquierdo y las áreas sociales y de servicio están al lado derecho, de modo lógico y consecuente a la ubicación de las cocheras. Lamentablemente está ubicada en un terreno que debe ser "perita en dulce" para las constructoras y es probable que no le quede mucho tiempo como parte del contexto urbano san isidrino.


Casa en San Isidro 2
Autor Desconocido, aún.




Realmente fabulosa, con vista a uno de los parques que conforman El Olivar en San Isidro, suele pasar desapercibida y ello la hace más bella. La escala, las proporciones domesticas, los desniveles, hasta la reja vislumbran el gran manejo de detalles y sabiduría por parte de quien la proyectó. Según las consultas es probable que el proyectista fuera Teodoro Cron, esperamos obtener mayor información.

Casa en Surco

Walter Kern, arquitecto.
1967.




Casa Fernandini

Walter Weberhofer, arquitecto. 1957 - 58.
Santa María del Mar, Lima - Perú.

03 Casa en Ancón

Enrique Seoane, arquitecto.
Ancón, década de 1960.


TRUJILLO.- La proyección y construcción de viviendas modernas estuvo liderada por el arquitecto Manuel Angel Ganoza y en la decada de 1960, de las viviendas recopiladas, destacan:



Casa Ganoza Birrell

Manuel Ángel Ganoza, arquitecto.
Urb. California, 1965.





Casa Cassinelli
Manuel Ángel Ganoza, arquitecto.
Urb. California, 1963.


Casa Areallano
Manuel Ángel Ganoza, arquitecto.
Urb. San Andrés, 1970.




AREQUIPA.- Destacando el sillar como material distintivo de la ciudad, las viviendas modernas seleccionadas son:


Casa en Selva Alegre

Autor desconocido.




Casa Lucioni
Tingo - Arequipa, 1970.
Gonzalo "Chalo" Olivares Rey de Castro, arquitecto.





CHICLAYO.-


Casa Aita

Humberto Lay Sun, arquitecto
Década de 1970, Chiclayo.




Casa Cisneros
Jorge Garrido - Lecca, arquitecto.
Av. Sesquicentenario, Chiclayo.1965 - 1968. 




PIURA.-


Casa Woodman

Alfredo Baertl, arquitecto.
Club Grau, 1963.



Casa Alberdi
Alfredo Baertl, arquitecto.
El Chipe, 1969.