“La arquitectura moderna no es un estilo, sino una forma de vida”.
Marcel Breuer.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

El nuevo aeropuerto Jorge Chávez: una oportunidad perdida

 

Camino a las Salas VIP, se observa el desperdicio de espacio que evidencia que el encargo de diseño se les escapó de las manos.

Desperdicio espacial

Por fin pude conocer el nuevo aeropuerto Jorge Chávez y recorrerlo en gran parte, con la intención de comprobar si todo lo que se decía de él era cierto. El resultado de esa experiencia confirma que muchas de las críticas no solo son válidas, sino que incluso se quedan cortas frente a lo que realmente se vive al transitar por sus espacios.

El aeropuerto es, quizá, la carta de presentación más importante de un país. El nuevo Jorge Chávez, con dimensiones “elefantiásicas”, se anunciaba como la gran oportunidad de colocar al Perú en el mapa de la infraestructura competitiva a nivel internacional. Sin embargo, la experiencia del usuario revela un conjunto de decisiones de diseño que, lejos de potenciar sus virtudes, terminan por exponer sus carencias.

Un recorrido absurdo

Para ir del "Espigón" A al B, el pasajero debe atravesar el C. Una lógica de circulación que en cualquier Taller de Diseño universitario sería desaprobada de inmediato. Peor aún, en la zona internacional, se obliga a subir escaleras para acceder al Terminal C y luego descender para ingresar a cada sala de embarque. Una contradicción elemental: la arquitectura debería facilitar la movilidad, no entorpecerla.

Gastronomía y servicio desvirtuados

La fuerza de la gastronomía peruana y la calidez de su atención se ven reducidas a un esquema de “to go”. Ya no hay mesas disponibles con servicio clásico: primero se ordena y se paga en pantalla, para luego buscar un lugar libre —que muchas veces ya no existe— y llevar el pedido como si se tratara de un patio de comida exprés. Se diluye así una de nuestras fortalezas culturales más reconocidas: la hospitalidad.

Tecnología mal resuelta

En plena era digital, los tomacorrientes disponibles no son de formato comercial. La solución propuesta: vender adaptadores en las tiendas. ¿Qué les costaba colocar simples puertos USB?

Pero lo más deprimente es la ubicación de las pantallas con la información de salidas y llegadas: justo frente a la entrada de los baños. Así, mientras los pasajeros verifican el estado de su vuelo, se ven obligados a presenciar la salida de otros usuarios desde los cubículos de inodoros. Lo peor es que ni siquiera se diseñó un ingreso que evite registrar visualmente esa situación. Un espectáculo penoso, indigno de un aeropuerto internacional, que denota una alarmante falta de criterio arquitectónico y de respeto al usuario.

Confiamos en que se resuelva y sea un planteamiento "provisional".

Concepto confundido

El diseño pretende evocar la idea de “feria” o “mercado”, pero la conceptualización termina contradiciendo funciones básicas. Lo que pudo ser un recurso identitario se convierte en una caricatura espacial. La flexibilidad que prometía la escala monumental del proyecto se desaprovecha en alturas inútiles y torres de ventilación que, en lugar de liberar, reducen las salas de embarque.

Una oportunidad desaprovechada

Sí, el aeropuerto funciona. Pero la gran pregunta es: ¿funciona como debía? La arquitectura no es solo resolver flujos, sino proyectar la imagen de un país. Y aquí, lo que pudo ser un proyecto competitivo frente a otros aeropuertos internacionales terminó convertido en una oportunidad perdida.

En un país que tanto necesita referentes de modernidad y eficiencia, reconocer esta derrota arquitectónica es tan doloroso como inevitable.


P.D. A esto se suma un detalle que resulta francamente ridículo: la ausencia de un control real del flujo de personas. Las cintas que conforman las colas son absurdamente extensas, incluso cuando el tránsito de pasajeros es reducido. El resultado es que los viajeros terminan caminando diez o veinte veces más de lo necesario para llegar a los controles de rayos X u otros puntos de revisión. Con tanto personal en el aeropuerto, cuesta entender cómo nadie revisa ni corrige un hecho tan elemental.

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